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Tener un hijo al que darle unos valores, fomentar su imaginación, intuición e inteligencia emocional más allá de un sistema educativo y la superficialidad de una vida de mentira que no existe aunque nos bombardeen por todos los sitios con ella.
Que desarrolle su vida, inteligencia y juicio crítico para evitar complejos de distintos tipos que desemboquen en dudas y necesidades de demostrar algo a través de la forma o vía que sea. Que no sea otro niño hipersexualizado.
Por encima de todo entender que ni somos pertenencias de nuestros padres ni nuestros hijos son pertenencias sino una persona más que merece su respeto en todo lo que sea y haga y se críe en libertad lejos de la contaminación moral que vivimos, hasta que sea una persona que pueda valerse por si misma.