¿Que tan cierto es que un niño necesita de un padre y una madre?
Uno de los principales argumentos de quienes se oponen a las familias con padres homosexuales es que un niño necesita de la presencia de un padre y una madre al mismo tiempo, ¿pero que tan cierto es esto?
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El discurso tradicional de los roles masculinos y femeninos.
Históricamente nos hemos acostumbrado a escuchar argumentos que alegan el carácter esencial de los roles de género para el desarrollo psicológico saludable de los niños. Incluso se encuentra tan anclado en el discurso social que al momento de buscar establecer nuestra propia familia dentro de un marco LGTBQI+ no podemos evitar que una o dos preguntas surjan en nuestra cabeza. Nos planteamos la posibilidad de delegar roles a los abuelos, tíos e incluso amigos cercanos para que sirvan de ejemple masculino o femenino según el caso. La ventaja es que esto permite escoger la persona que hará las veces de ejemplo a seguir basándonos en criterios muy personales. Sin embargo, la sociabilización es muy diferente y los resultados lo serán también. Es evidente que es imposible reemplazar la verdadera relación que se establece entre un niño y sus padres, cualquiera que sea su género.
La dificultad del tema es que ya no se trata solamente de nosotros y de nuestra identidad, sino de nuestros hijos que ahora también entran en la ecuación. Evidentemente queremos darles todo lo que necesitan para tener una vida plena, pero al mismo tiempo reconocemos que nosotros, como padres, nos estamos adentrando en un territorio casi desconocido. Y resulta desconocido simplemente porque en la actualidad la mayoría de nosotros no provenimos de familias reconocidas legal y socialmente como homosexuales, por lo cual nuestros hijos probablemente harán parte de esa primera generación en nuestro árbol genealógico. Serán ellos los primeros de la familia en crecer bajo una nueva concepción de sociedad y de familia.
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Los argumentos en contra están basados en arquetipos anticuados
Muchos de los argumentos de quienes defienden la familia tradicional pasan por afirmaciones cliché, como que “las madres tienden a ser más cariñosas”, “las mujeres son más susceptibles detectando emociones comunicadas de forma no verbal”, “los padres son fuente de autoridad y disciplina” o incluso que “un hombre en un hogar garantiza un sentimiento de seguridad y defensa del hogar”. Si bien tales afirmaciones pueden ser ciertas en algunos casos muy específicos, resulta muy osado hacer generalizaciones de ese tipo ya que no tienen en cuenta la evolución de las sociedades actuales que están conformadas por grupos heteróclitos e incluso cosmopolitas.
Tal discurso es característico de sociedades donde la diversidad de género no existe visiblemente o no es generalmente aceptada y reconocida aún si es “tolerada”. Si usted está pensando en crear su propia familia compuesta por dos padres homosexuales, seguramente se encuentra viviendo actualmente o piensa mudarse en algún momento a un país o región que se lo permita. Así que, partiendo de esta base, dejaremos por fuera de nuestra discusión aquellas sociedades que presentan posiciones que respaldan la marginalización de las personas que no se afilian a las tradiciones preestablecidas. Esa es una discusión que abarca otro tipo de problemáticas.
Hoy en día, en las sociedades más abiertas, se está generando no solo una mayor visibilidad acerca de este tema, sino también más espacios de diálogo y la normalización de la discusión y las conductas que antes eran vistas como contrarias a la moral por algunos sectores más conservadores. La realidad es que las nuevas coyunturas sociales y económicas han transformado completamente los estilos de vida, han permitido el surgimiento de nuevos esquemas sociales que, en conjunto con algunas transformaciones apoyadas por los organismos estatales, también contribuyen al asegurar no solo la defensa de los derechos fundamentales sino también de la construcción de nuevas definiciones tanto en el dominio público como en el privado.
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Un objeto de análisis científico
Como con cualquier tema que suscite debate, existen estudios que a veces pueden parecer contradictorios en sus conclusiones. Tal situación es perfectamente legítima cuando un tema como el de la importancia de contar con un rol masculino y uno femenino en el hogar ha sido tan poco estudiado. Los estudios tienden a analizar (incluso de manera involuntaria) las problemáticas incorrectas u olvidan tener en cuenta nuevas correlaciones entre las variables, dando así cabida a resultados sesgados por un punto de vista heteronormativo.
Pero no se desanime, pues cuando un tema apasiona a una sociedad y se busca controvertir algún punto de vista, la consecuencia lógica es que dicho tema se comience a estudiar con mayor profundidad. Afortunadamente es durante el ejercicio científico de refutar las hipótesis que se producen los avances en el entendimiento que tenemos sobre el impacto que una familia con dos padres homosexuales puede tener sobre sus hijos.
Los investigadores Timothy Biblarz del USC College of Letters, Arts and Sciences y Judith Stacey de la NYU, se han dedicado a analizar estudios relevantes en materia de paternidad, incluyendo estudios sobre hogares con madres y padres solteros, y con padres gay y lesbianas. Uno de los problemas que identifican es que las definiciones de roles de género están tan ancladas en la mentalidad colectiva, que la premisa del estudio se ve comprometida por el acatamiento ciego de las funciones de cada rol por los mismos autores y no permite el análisis de otras variables u otros resultados que no hagan parte del discurso heteronormativo. Así pues, se trata de un problema de formulación desde un principio.
En el análisis hecho por ellos, los investigadores no lograron encontrar evidencia concreta sobre diferencias en las habilidades parentales de los individuos, salvo por el caso parcial de la lactancia. Lo que quiere decir que muy pocas cosas relacionadas con el género puede producir impactos significativos en el desarrollo psicológico y social del niño. Si algo, se pueden más bien percibir indicadores donde los niños de parejas del mismo sexo tienen un sentido más desarrollado.
Según el estudio de Nanette Gartell y Henny Bos sobre el ajuste psicológico en adolescentes criadas en familias con madres lesbianas, las jóvenes demostraron tener un mejor desempeño académico y menor propensión a tener problemas con sus entornos sociales que sus contrapartes de familias con padres heterosexuales.
En otro estudio se comprueba que existen más similitudes que diferencias entre los hijos de parejas homosexuales y heterosexuales. Los pocos puntos en lo que se difiere es que en las parejas homosexuales se tiende a utilizar menos la disciplina por medios físicos y los niños expresan menos tendencias sexistas.
Otro de los grandes problemas es que estos estudios rara vez se interesan en si un niño necesita fundamentalmente el rol de un padre y de una madre en sus vidas. En su gran mayoría están más orientados a la comparación de los nuevos modelos de familia con las familias más tradicionales de padres heterosexuales. Al partir de esta base, estos estudios implican un desequilibrio desde su concepción, pues también mezclan los hogares de padres solteros con el resto y termina siendo más bien una comparación entre el número de padres disponibles en vez de centrarse en el género.
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Aún queda mucho camino por recorrer
Faltan estudios no solo en el impacto en la vida del niño si también en el impacto que criar un hijo juntos implica para la pareja, pues esto también afecta el funcionamiento integral del hogar. En parejas de lesbianas se ha identificado, por ejemplo, que la madre biológica asume generalmente una mayor responsabilidad en el cuidado que sus parejas, lo cual puede generar inequidades en el adulto más que en el niño.
Así pues, aún quedan muchos temas que deben abrirse al debate público, y mucha más investigación y controversia que debe seguir vigente. Debemos mantener la mente abierta y la voluntad de educar no solo con el discurso sino con el ejemplo. Por ahora lo que los diversos pero limitados estudios han demostrado es que, en promedio, los hijos de una familia homoparental de dos padres crecen de forma muy similar a los de una familia heteroparental de dos padres.
Los esfuerzos deben estar concentrados en construir para nuestros hijos una experiencia hecha a la medida y no un listado de puntos a favor y en contra sacados de un folleto. En definitiva, el mejor tipo de familia para un niño siempre será una que sea responsable, comprometida y que ofrezca una paternidad estable y consistente. Incluso en lo que concierne las madres o padres solteros, siempre es mucho mejor para el niño tener uno muy bueno en vez dos que no lo sean tanto. Así que, en conclusión, el género de los padres realmente no importa demasiado.